sábado, 27 de octubre de 2012

Quinceañeras


¿Por qué no decirlo?
Quinceañeras
En la actualidad, millones de señoritas en México y Latinoamérica consideran uno de sus sueños máximos tener una linda fiesta de quince años que dé de qué hablar con sus conocidos y compañeros, sin embargo, dicho sueño puede convertirse en una pesadilla la cual puede llegar al grado de frustrar y bajar el autoestima de las propias festejadas.
A lo largo de mi corta existencia, he vivido situaciones referentes a las fiestas de quince años que me dejan un mal sabor de boca y que no me dan armas suficientes para abogar en favor de la realización de dichos eventos. Algunas de las constantes en estos rituales de la sociedad latina contemporánea son casi siempre el llanto, la frustración, el egocentrismo, la envidia, y el consumismo a todo lo que da. Antes de hacer una corta lista de las principales razones e inconvenientes de realizar una fiesta de quince años, cabe aclarar que en muchos de los casos, a la mayoría de las jovencitas se les ha impuesto la idea de que  por ser mujer y en especial, latina, debe de tener una fiesta en la cual se le presente a la sociedad, esta fiesta deber ser espectacular y que deje a todos con la boca abierta. A continuación las situaciones y premisas más comunes:
1.    Es regla de oro que la quinceañera debe ser las más bonita y arreglada de la fiesta: esto resulta ser un problema inevitable, ya que si nos basamos en los estándares de belleza predominantes en nuestra sociedad y en un análisis matemático lógico, alrededor del cincuenta por ciento de los invitados se verá peor que la festejada, y el otro cincuenta, mucho, pero mucho mejor. “Estoy gorda, tengo un barro, mi cabello es un desastre, no me entre el vestido” son algunas expresiones más sonadas en esta situación, la cual termina ocasionando un despilfarre de dinero sólo para que la quinceañera sea la más bella de la noche.
2.    Un propósito casi constante en estas celebraciones, que en la mayoría de los casos nace más de los padres que de la propia festejada, es el de dar una fiesta que impresione a los invitados. Esta es la oportunidad perfecta para demostrarle a los amigos, conocidos, familiares y compañeros de trabajo la “clase”  y el poder adquisitivo que uno posee. En una buena fiesta cuenta todo para poder ganarse el título como tal: el lugar, la comida, la bebida, el trasporte de la quinceañera, su vestido, el peinado, las ropas de los papás, la banda, el sonido, los recuerdos y un largo etcétera, pues no podría llamarse una buena fiesta sin un buen vino, o la contratación e la banda más costosa de la región. Finalmente terminan convirtiéndose los “quinces” en la fiesta de los padres y sus egos, donde la quinceañera tiene que saludar a todos los invitados de los cuales sólo conoce al veinte por ciento, ah, lo olvidaba, y de la presentación de su hija a la sociedad.
3.    Otro punto muy importante es el tradicional Vals. Es el momento cumbre de la noche, cuando la joven pasa de ser niña a mujer y donde la mayoría de las veces no sale como la festejada lo espera. Meses de preparación para 5 minutos de gloria, que finalmente se convierten e infierno al no poder hacerlo como los demás esperan.
Así como las situaciones anteriores, hay muchísimas más en las cuales una fiesta de quince años suele terminar con un mal sabor de boca. Lo que tal vez sea buena oportunidad para cuestionarnos si esta tradición es  algo que las jóvenes realmente disfruten o incluso algo que realmente quieran. Se les inculca desde niñas que ee momento tiene que ser uno de los más bellos e importantes y crecen idealizándolo y finalmente frustrándose. También debemos cuestionarnos si la mejor manera de presentar a nuestra hija ante la sociedad es mediante un baile y una fiesta que al otro día acabará, ¿Acaso el baile va hablar de las habilidades y destrezas de la niña? ¿Acaso una fiesta expondrá la personalidad real de la festejada? ¿Por qué no mediante acciones?
Tal vez sea una oportunidad para pensar si estos rituales tienen un valor trascendente en la vida de los padres o de la festejada o si sólo son un pretexto para lucirse ante la sociedad en la que se desenvuelven.
Paco Arteaga





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